Cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración

Nombre Popular: El Silencio

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Itinerario:

Iglesia de la Encarnación, Puerta de Granada, calle Jesús Nazareno, Plaza de la Constitución, calle Vélez, Puerta de Vélez, Callejón del Silencio, calle Nueva, calle Orovia, calle Antigua, calle San Joaquín, calle Angustias moderna, calle San Miguel bajo, calle Carmen, calle Cueva Siete Palacios, calle Carmen alta, Cuesta del Carmen, calle Cántaro, Paseo del Altillo, calle Alcalde Julio Fajardo, Plaza Madrid, Avenida Andalucía, Carrera Oficial, calle Derrumbadero, calle Angustias vieja, Puerta de Granada y regreso a la Iglesia de la Encarnación.

Se creó bajo el nombre del Santísimo Cristo del Rescate allá por el año 1956. Un nombre que recibió de sus propios fundadores residentes en ese barrio de Almuñécar. Salió a la calle un año después, ya con otro nombre, por el que sería conocido ya para siempre: el del Santísimo Cristo de la Expiración. Días antes de su salida procesional en la Semana Santa sexitana, la camarera mayor de la cofradía donó la imagen del Cristo, que, debido al paso de los años y al deterioro de la talla, ha tenido que ser restaurada en diversas ocasiones.

El trono es de madera de cedro, iluminado por cuatro hachones, y de dimensiones reducidas por exigencias del recorrido. Y es que el itinerario del Cristo del Silencio, como es conocido popularmente en el municipio, se realiza por el casco antiguo, con calles estrechas y pendientes pronunciadas. El estandarte, identificativos de la hermandad, es de terciopelo negro bordado en oro con el rostro del Cristo hecho por las madres adoratrices de Málaga. Los penitentes llevan también túnica negra y cinturón de esparto. Durante la procesión, el desfile tan solo es acompañado por el sonar de dos tambores sordos, uno delante con la Cruz de Guía, y otro delante de Jesús.

Es una de las escenas más representativas de toda la Semana Santa y de las más veneradas por el pueblo. Mientras tiene lugar el desfile procesional del Santísimo Cristo de la Expiración, se apaga el alumbrado público, siendo la única iluminación la de los cirios que portan los penitentes que desfilan a lo largo de todo el recorrido. Penumbra a la que sigue el más absoluto silencio y recogimiento del cortejo.

Ningún año, aseguran desde la hermandad, la luna quiere perderse al Cristo, creando sombras sobre las paredes de las calles del barrio de San Miguel, subiendo envueltos en una atmósfera llena de solemnidad, fervor y emoción.

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